sábado, 11 de abril de 2009

¿Qué harás de Jesús el Cristo?




Bienvenidos. Comparto con ustedes el mensaje que presentamos el día de ayer Viernes 10 de Abril, en el programa de radio "En frecuencia con Jesús", con motivo del Viernes santo. El audio del programa en mp3, ya está disponible. Opriman el reproductor a continuación.







---------------------------------------------------------
"Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?..." (Mateo 27:22a)

Aquél día en que Jesús fue llevado ante Pilato para ser “juzgado”, el procurador romano preguntó a la multitud: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?” . Conviene que esa pregunta se la haga usted el día de hoy y busque la respuesta adecuada a la misma.

Consideremos cuatro posibles respuestas que usted podría dar a esa pregunta. La respuesta materialista, la religiosa, la populista y la respuesta penitente. Respuestas que cuatro hombres distintos dieron aquél Jueves y Viernes santos a esta misma pregunta. Considere la lección que surge de esta reflexión: “Es necesario que usted responda adecuadamente al Señorío de Jesucristo”.

(Opriman sobre las citas bíblicas para que puedan leerlas completas).

LA RESPUESTA MATERIALISTA: JUDAS (Mateo 26; 14-16)
¿Qué hizo Judas de Jesús el Cristo aquella noche? ¿Cómo respondió, cómo reaccionó ante su señorío? Con una respuesta materialista. No conocemos con exactitud todas las razones por las que Judas rompe su relación con Jesús, y le rechaza como Mesías. Pero entre ellas se encuentra, con toda seguridad, el materialismo.

Es posible que Judas se sintiera fuera de lugar por no ser Galileo. Pudo estar inconforme por el liderazgo de Jesús, si es que era un judío nacionalista-revolucionario (opositor al régimen romano que les gobernaba), o quizá creyó que Jesús era un Mesías falso (por no ofrecer en ese momento un gobierno político sino espiritual). Lo cierto es que lo vendió por dinero. Por el precio de un esclavo, 4 meses de sueldo, 30 monedas. Sabemos, esto sí con toda seguridad, que era codicioso (Juan 12; 3-6).

Hay personas que no aceptan el Señorío de Cristo en sus vidas por razones materialistas también. Por ejemplo, porque no quieren poner sus negocios en regla, pagar sus impuestos de manera correcta o bien porque no desean renunciar al doble libro de contabilidad. Para ellos quizá es muy difícil dejar de vender esos productos no autorizados porque en ellos está “la ganancia”, o bien no pueden prescindir de esas “entradas extras” tan jugosas pero ilícitas.

Hay también quienes, bajo falsas promesas de prosperidad si se entregan a Cristo, esperan una gran bonanza material. Pero olvidan que el Señor ofrece una cruz al que quiera seguirle. Que si bien es cierto que el dinero ya no es malgastado y se conserva mejor cuando dejamos de vivir desenfrenadamente, debemos estar contentos con lo necesario (1 Timoteo 6; 6-8) y buscar primero las cosas de Dios. Y todo lo que necesitamos para nuestro sustento, nuestro pan diario (Mateo 6;9-11), no nos ha de faltar (Mateo 6;33).

La Escritura nos dice que Jesús se hizo pobre (dejó temporalmente la Gloria que como Dios le pertenecía) para enriquecernos al salvarnos y ponernos en una relación correcta con Él mediante su sacrificio (2 Corintios 8; 9). Así que, teniéndolo a Él… ¡lo tenemos todo! (Colosenses 2; 9-10).

Estimado amigo, ¿qué hará usted de Jesús El Cristo? ¿Cómo responderá a Su Señorío hoy? ¿Preferirá usted el bienestar material pero pasajero y efímero, a una relación correcta y eterna con el Dios del universo, el Salvador?



LA RESPUESTA RELIGIOSA: CAIFAS (Mateo 26; 65-66)
Caifás era el Sumo Sacerdote cuando Cristo fue sacrificado. Era el líder religioso nacional. Era el guardián de los rituales, tradiciones y ejercicios religiosos del pueblo de Israel.
¿Qué hizo Caifás, el sacerdote, de Jesús El Cristo aquella noche? ¿Cómo respondió a su Autoridad? Con una respuesta religiosa: ¡Blasfemia! Sabemos que Caifás se enteró del poder de Cristo y su autoridad ante la misma muerte, por la resurrección de Lázaro (Juan 11; 45-50), pero prefirió mantener el templo, su religión, los rituales y rechazar a Cristo.

Hay personas que prefieren mantener la religión de sus antepasados porque consideran que es correcta o bien porque les resulta cómoda. Hay ritual pero no arrepentimiento. Hay tradiciones pero no pureza moral. La religión sin Cristo les permite vivir como desean y creer que aún así se agrada a Dios.

Jesús enseñó que cuando las prácticas de la tradición contradicen la Palabra de Dios es hora de decidirse por ésta última, es decir, la Palabra divina (Marcos 7; 1-13).

Conocí a un joven inmoral, que cuando fue convertido a Cristo le dijeron: ¡Blasfemo, rechazaste la religión de tus padres! Y le dieron la espalda. Pero cuando con el paso del tiempo vieron la transformación en su vida, le pidieron su influencia y consejo para sus hermanos religiosos pero inmorales.

¡No son los rituales ni las ceremonias –es decir, la religión- lo que llena el alma del hombre, sino la persona del Cristo vivo! ¿Qué hará de Jesús El Cristo en esta ocasión? ¿Aceptará su autoridad sobre su persona o preferirá conservar los ritos de la religión?



LA RESPUESTA POPULISTA: PILATO (Mateo 27; 24-26)
Poncio Pilato era el procurador romano de Judea cuando Cristo fue crucificado. Era personalmente responsable ante el emperador Tiberio por las cuestiones financieras, civiles, militares y penales de su provincia de Judea. Trató de librar a Jesús, pero el pueblo, por el contrario, exigió la libertad de Barrabás el ladrón. Al condenar al Señor, Pilato desoyó su conciencia y las advertencias de su esposa.

¿Qué hizo Pilato de Jesús El Cristo en aquella ocasión? ¿Cómo respondió a su Señorío? Con una respuesta populista, no la que requería Cristo. Aunque sabía de la inocencia de Jesús, respondió haciendo la voluntad del pueblo incitado por los sacerdotes envidiosos. Por populista quiero decir, la respuesta que al pueblo le agradaba. El procurador tenía que cuidar su popularidad para cuidar su puesto político. Tenía que cuidar la ciudad de los motines para que el emperador no lo depusiera. Cristo representaba una amenaza a su popularidad, por ello lo rechazó.

Hay personas que responden al Señorío de Cristo como Pilato. Con rechazo, aunque reconocen su inocencia, porque piensan que perderán popularidad, el favor de los demás.

Recuerdo la historia de un muchacho popular con quien todos querían estar y a quien los demás imitaban, pero que al aceptar a Cristo fue rechazado por sus antiguos amigos.

Jesús dijo que Él compensaría nuestra pérdida de popularidad con un lugar especial a su lado y más ganancias que pérdidas (Mateo 19; 27-29). Cuando Cristo venga en Gloria, ¿de qué servirá toda la popularidad ganada en este mundo, si no somos reconocidos por El en su venida?
¡Cristo dijo que es preferible confesarle delante de los hombres ahora, para que cuando venga en su Gloria nos confiese y reconozca delante de su Padre! (Mateo 10; 32-33).

¿Qué hará de Jesús El Cristo en esta oportunidad? ¿Preferirá la popularidad y aceptación temporal de un grupo social o aceptará su autoridad sobre usted y su reconocimiento en su venida?



LA RESPUESTA PENITENTE: EL LADRON (Lucas 23; 40-42)
Ustedes recordarán que junto a Jesús, dos ladrones fueron crucificados también. ¿Qué hizo de Jesús El Cristo, uno de los ladrones aquel Viernes? ¿Cómo respondió a su Soberanía? Con una respuesta penitente, cual la que requería la Majestad del Mesías. Por penitente quiero decir alguien arrepentido.

Reconoció su propia maldad: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos...”.
Reconoció la inocencia de Cristo: “...este ningún mal hizo.”
Reconoció su soberanía (que era Rey): “...Acuérdate de mí cuando vengas en Tu Reino.”

Como respuesta a tal arrepentimiento, Cristo le ofrece por su gracia (favor proporcionado a alguien sin que éste lo merezca) su compañía en la gloria (v.43).

Es necesario responder de esta misma manera ante la pregunta “¿qué harás de Jesús el Cristo?”. Es necesario responder de manera penitente, arrepentida. Reconociendo la propia maldad. Sin tratar de ocultar nuestras faltas y pecados ante un Dios Santo. No debemos tratar de justificar nuestros errores culpando a los demás, sino más bien enfrentando nuestras responsabilidades. Reconocer que hemos ofendido, que hemos tomado lo que no es nuestro y que hemos codiciado lo ajeno. Que hemos afrentado a los demás y a Dios con nuestros actos e incluso con nuestras palabras e intenciones.

Es necesario que reconozcamos también, cual aquél ladrón, la pureza, inocencia y santidad de Jesús. Esa pureza que debía mantenerle alejado de nosotros, pero que debido a su amor, fue llevado a sumergirse en la naturaleza humana y acompañarnos en nuestras debilidades y limitaciones (1 Pedro 2; 21-24).

Además de reconocer nuestra maldad y la inocencia de Cristo, necesario es que reconozcamos su señorío. El ladrón le llamó Rey al solicitarle que lo recordara cuando viniera en su reino. Cristo es Rey. Desea ser Rey en nuestras vidas. Reinar en ellas, gobernarlas. Reconocerle Rey es ceder las riendas de nuestra vida a Él. Es ceder el trono de nuestro corazón en el que gobierna soberano nuestro ego, para que sea Él quien lo gobierne.

Al venir a Cristo de manera penitente, arrepentida, Él nos recibe y nos ofrece su compañía. Una compañía inmediata, no una por la cual debamos esperar.

¿Podrá usted en esta ocasión responder a la pregunta ¿”qué harás de Jesús el Cristo?” de esta manera? ¿de manera penitente?

“Es necesario que usted responda adecuadamente al Señorío de Jesucristo”.




Recuerden: "Creer es también pensar".

Saludos.