sábado, 29 de agosto de 2009

¿Existe la figura de Cristo en documentos no bíblicos?

“Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? »” (Mateo 16;15)


No sabemos por qué extraña razón, un premio Nobel de literatura (1950), filósofo y matemático como Bertrand Russell, se aventuró a escribir: “Es históricamente bastante dudoso si Cristo realmente existió; si es que existió no sabemos nada acerca de él”. Debido a la fuerte evidencia documental, pocos son los estudiosos serios que hoy día ponen en tela de duda la existencia de Jesús. Sin embargo los hay aún, como Russell, aunque sin elementos para defender su postura.

Bien, en esta ocasión me propongo no solo demostrar la existencia de Jesús basado en fuentes no cristianas (para que no se nos acuse de parciales), sino también demostrar que a partir de estas mismas fuentes, emerge una figura de Jesús que coincide asombrosamente con el perfil que el Nuevo Testamento nos presenta de él. Esto, por supuesto, viene a conferir autoridad a las Escrituras cristianas como documento histórico digno de confianza.

Existen alrededor de una decena de referencias al Jesús histórico y a los cristianos en documentos fuera del Nuevo Testamento (además de los aquí citados, se encuentran Luciano de Samosata, Talo, Flegonte, Mara Bar-Serapion, entre otros). Tanto escritores grecorromanos como judíos, adversos al cristianismo, escribieron acerca del Jesús que “caminó entre nosotros”. Durante la transmisión del programa de radio “En frecuencia con Jesús” en el que presentamos el tema “¿Por qué es Jesús tan especial?” (en el cual comparamos a Cristo con los más importantes líderes religiosos de todos los tiempos), me permití documentar a partir de tres fuentes grecorromanas y una judía (con las que cuento entre mis libros), la existencia de Jesús.

Opriman en el reproductor a continuación para que escuchen el extracto del programa (menos de diez minutos) en el que mencionamos estos importantes documentos del mundo antiguo:



A continuación, me permito presentarles el texto de estos documentos para su validación:

Tenemos en primer término al historiador romano Cornelio Tácito, quien escribió alrededor del año 115 d.C. y nos da un relato detallado de las cosas más importantes que ocurrieron durante su administración como gobernador de Asia. Cuando llega a la narración del año 64 de nuestra era, en que gran parte de Roma fue quemada, dice sencillamente que está de acuerdo con el punto de vista general de que el emperador Nerón fue el responsable, porque quería reconstruir una gran área en el centro de la ciudad y convertirla en su palacio. En su obra Anales capítulo XV.44 nos dice:

“Para disipar el rumor, Nerón puso como culpables a algunas personas popularmente conocidas como cristianos,... El originador del nombre, Cristo, había sido ejecutado durante el reino de Tiberio, por orden del procurador Poncio Pilato”.

Encontramos otra referencia en los escritos de un contemporáneo de Tácito, llamado Plinio el joven. Este fue otro hombre de letras enviado por el César, en el año 112 de nuestra era a gobernar en Bitinia, al norte de lo que hoy es Turquía. El escribió muchas cartas al emperador Trajano para informarle sobre sus trabajos en las provincias bajo su cargo, y también para consultarle sobre algunas cuestiones de su administración en las cuales estaba indeciso. En sus Cartas No. 97, este escritor latino nos dice lo siguiente con relación a los cristianos y a su fundador, Cristo:

“Decían que todo su error o falta se limitaba a estos puntos: que en determinado día se reunían antes de salir el sol y cantaban sucesivamente himnos en honor de Cristo, como si fuese Dios; que se obligaban bajo juramento, no para crímenes, sino a no cometer robo ni adulterio;...”

Un tercer ejemplo que podemos mencionar como fuente histórica que demuestra la existencia de Jesús proviene de otro escritor, historiador latino, llamado Suetonio quien escribiera su obra muy conocida Vida de los doce Césares hacia el año 121 de la era cristiana. El nos dice en la Vida de Claudio:

“Expulsó de Roma a los judíos, que, a instigación de un tal Cresto (Cristo), provocaban turbulencias”. (Este evento, por cierto, coincide con el registro bíblico en Los Hechos de los Apóstoles 18;2).

Por otro lado, tenemos también evidencia por parte de la nación judía. En el primer siglo de la era cristiana, un hombre llamado Flavio Josefo, quien dirigió ejércitos en la guerra contra Roma entre los años 66 y el 70 d.C. se convirtió después en historiador y escribió para tratar de eliminar la mala fama de sus compatriotas a los ojos de los romanos. En su obra llamada Antigüedades de los Judíos, Josefo nos dice:

“Y se levantó cerca de este tiempo Jesús, un hombre sabio, si en realidad se debe llamar hombre, porque hacía obras asombrosas y fue maestro de aquellos que son felices al recibir la verdad. Se ganó a muchos judíos y también a muchos griegos. Era el Cristo. En respuesta a una acusación presentada por los líderes de ellos, Pilato lo condenó a la Cruz, pero aquellos que le amaban no se dieron por vencidos. Porque apareció vivo de nuevo ante ellos al tercer día de su muerte, tal y como lo habían predicho los profetas, junto con muchas otras cosas maravillosas sobre Él”.

Una fuente más que deseo mencionar, proviene también del mundo judío. Se trata del Talmud ("instrucción" en hebreo). Este consiste en un cuerpo de leyes civiles y religiosas que incluye un comentario acerca de la ley de Moisés (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento). En la parte de comentarios del Talmud Babilónico (escrito entre el s.III e inicios del s.VI de nuestra era), aparecen algunas porciones en donde se menciona la figura de Jesús en relación a la violación de la ley de Moisés. En dichos comentarios aparecen algunos elementos dignos de atención. Los mismos, a continuación:

“Un día (Rabí Jesúa) estaba recitando la Shema (Deuteronomio.6;4) cuando Jesús se le acercó. El Rabí hizo un gesto para recibirle, pero Jesús, entendiendo que el gesto pretendía rechazarle, puso en alto un ladrillo y lo adoró (...) Y un maestro ha dicho: «Jesús de Nazaret practicaba la magia y llevó a Israel por mal camino».” (Talmud Babilónico Sanhedrin 107b).

En otra parte de dicho documento se lee lo siguiente acerca de la figura de Jesús:

“Se enseñaba que el día antes de la Pascua Jesús (el Nazareno) fue colgado. Los cuarenta días antes de la ejecución, un pregonero anunciaba gritando: «va a ser apedreado porque ha practicado la brujería y quería que Israel pecara de apostasía. Si hay alguien que quiere decir algo en su favor, que se presente y pida misericordia por él».”

Si bien es cierto que algunos estudiosos consideran que los textos del Talmud son de escaso valor para aquellos que analizan al Jesús histórico, hay otros que piensan que de ellos pueden extraerse algunos elementos valiosos que pueden llegar a corroborarse. A este respecto M. Wilcox, en su “Jesús a la luz de su ambiente judío”, menciona:

“La literatura judía tradicional, aunque contiene pocas menciones a Jesús (y además, éstas deben usarse con suma precaución), apoyan la afirmación que hacen los evangelios de que hacía milagros y sanaba; el problema es que atribuye éstos poderes a la magia. Sí que conserva la idea de que era un maestro, y tenía discípulos..., y al menos en el período rabínico temprano aún no se sabía exactamente si se trataba de un «hereje» o de un «farsante».”

Hay otros pasajes de estas mismas fuentes que nos dicen que Jesús se proclamó Dios e incluso se señala que anunció que volvería por segunda vez (Yalkut Shimeoni 725). Sorprendentemente son los mismos enemigos judíos rabínicos de Jesús los que confirman en estos escritos (cuidadosamente considerados), las afirmaciones que hacen los evangelios de su propia conciencia de divinidad y su segunda venida.

Cabe mencionar que esta evidencia documental presentada es de gran valor debido a que sus autores no sólo no fueron cristianos, sino que fueron desfavorables al cristianismo. Y en el caso de Flavio Josefo tenemos un historiador que aunque judío, jamás fue convertido al cristianismo. De esta manera queda claramente establecida la existencia de un hombre llamado Jesús El Cristo.

Bien, ahora que hemos considerado estas importantes fuentes del mundo antiguo, quiero ir un paso más allá. Deseo compartir con ustedes el perfil acerca de la figura del Jesús histórico que emerge de estos escritores antiguos, y que han descrito dos estudiosos modernos. Uno norteamericano y el otro español. Estoy hablando del Dr. Edwin Yamauchi, profesor de historia en Miami University, Oxford Ohio, y autor de libros como “The Archaeology of the New Testament”, “Cities in Western Asia Minor” y muchos otros. También me refiero al Doctor en historia, filosofía y teología, César Vidal, autor también de muchos libros.

Del primero mencionado tenemos lo siguiente:

“Aunque no contáramos con el Nuevo Testamento u otros escritos cristianos, podríamos seguir concluyendo a partir de escritos no cristianos como los de Josefo, el Talmud, los de Tácito y de Plinio el joven, que: (1) Jesús era un maestro judío. (2) Mucha gente creía que sanaba y expulsaba demonios. (3) Los líderes religiosos judíos le odiaban. (4) Fue crucificado bajo Poncio Pilato en el reinado de Tiberio. (5) A pesar de que murió de forma vergonzosa, sus seguidores, que creían que aún estaba vivo, fueron más allá de Palestina: en el año 64 d.C. había muchos de ellos en Roma. (6) A principios del siglo II muchos tipos diferentes de gente -de la ciudad, del campo, hombres y mujeres, libres y esclavos- le adoraban como Dios.”

Del Dr. César Vidal tenemos lo siguiente:

“Resumiendo pues puede señalarse que efectivamente contamos con fuentes históricas distintas de las cristianas para conocer la vida y la enseñanza de Jesús. Todas ellas eran hostiles -a lo sumo, indiferentes-, pero, de manera muy interesante y sugestiva, corroboran la mayoría de los datos de que disponemos gracias al Nuevo Testamento y a otras fuentes cristianas. Su judaísmo, su pertenencia a la estirpe de David, su autoconciencia de mesianidad y divinidad, la realización de milagros, su influencia sobre cierto sector del pueblo judío, su afirmación de que vendría por segunda vez, su ejecución a instancias de algunas autoridades judías, pero a mano del gobernador romano Pilato, la afirmación de que había resucitado y la supervivencia de sus discípulos hasta el punto de alcanzar muy pronto la capital del imperio son tan sólo algunos de los datos que nos proporcionan -no con agrado, todo hay que decirlo- las diferentes fuentes no-cristianas. En ese sentido cabe decir, simplemente a título comparativo, que, por el número de noticias, por su cercanía en el tiempo al personaje y por la pluralidad de orígenes, Jesús es uno de los personajes de la antigüedad cuya vida y enseñanzas mejor conocemos.”

No es suficiente hacer propias las palabras de estudiosos y filósofos como Bertrand Russell acerca del tema de la historicidad de Jesús, por el solo hecho de haber sido escritas por un premio Nobel de literatura. Hace falta pensar por uno mismo y preguntarse si en realidad esas palabras tienen fundamento para ser publicadas y creídas. ¿No le parece?

Las fuentes grecorromanas y judías provenientes del primer siglo y posteriores, nos dan evidencia contundente acerca de la existencia del Cristo y de su perfil, tal y como este es descrito en las páginas del Nuevo Testamento. Como el Mesías, Dios encarnado, el sacrificio por nuestros pecados (los suyos, gentil lector, incluidos) y como aquél que vendrá pronto a darle un giro dramático a la historia mundial al restaurar todas las cosas. Pero hemos de entender que para ser partícipes de esa restauración venidera, es necesario que nos volvamos a Jesús en arrepentimiento sincero y con fe puesta únicamente en lo que Él hizo por nosotros en la cruz. Cuando derramó su sangre inmaculada por amor a nosotros y para lograr nuestro perdón.

Para conocer cómo acercarse a Dios, oprima aquí.



Recuerden: “Creer es también pensar”.

Saludos.